Cualquier chaval español tetuaní de la generación de Víctor tuvo la suerte de poder estudiar en unas instalaciones que, todavía en los 60 y 70, bastantes años después de su construcción y puesta en marcha, eran comparables a los mejores centros educativos que por aquellos años podían encontrarse en la península. Además, nuestro guía insiste no solo en la disponibilidad de espacios sino en la libertad y el talante del profesorado en unas aulas compartidas por alumnado de las tres comunidades de la ciudad: españoles, marroquíes musulmanes y judíos. Todo ello, sin duda, contribuyó a formar personas respetuosas y conscientes de la riqueza del conocimiento de estas culturas.

 

El ambiente de convivencia de las tres culturas presentes en Tetuán estaba siempre en su día a día, ya fuera en el instituto, en los deportes (que se vivían con entusiasmo), en los guateques organizados por ellos mismos o, especialmente, en las charlas que tenía con sus amigos y compañeros, en las que la política y el apasionante momento que se vivía en España eran el pretexto para hablar, pero también para escuchar, mientras ‘arreglaban el mundo’...