Sin duda, son dos instituciones emblemáticas para la colonia española de Tetuán. Y los edificios que las albergan (o las han albergado) responden de una u otra manera a ese sentido simbólico.

 

Curiosamente, la familia de Víctor, nuestro guía en este periplo por el patrimonio de la “paloma blanca”, está estrechamente unida a estas instituciones y a los conjuntos urbanos que las acogen. De hecho, son una buena muestra del progreso del padre que, con gran esfuerzo, consiguió primero su puesto en el Hospital español y, más tarde, una plaza de funcionario en el Consulado español de Tetuán. Pero para conseguirlo, primero tuvo que abrirse camino, trabajando duro y aprovechando cada momento para autoformarse. Así se hizo un lector de vocación y obtuvo su titulación como Graduado Social.

 

A partir de ahí, y durante muchos años, la vida de la familia se desarrolló en buena medida en este imponente conjunto de edificios, proyectados y construidos durante el protectorado como obra emblemática. Como veremos, un pequeño mundo dentro de la ciudad.

 

El acceso al Consulado supuso un estrecho vínculo con la radiante Plaza de España, donde se ubicaba, y el traslado a una nueva vivienda en los Pabellones Varela, otro de los conjuntos emblemáticos del Ensanche, aunque ya de los últimos años de la presencia española en la ciudad.