El Cine Avenida y el Teatro Español constituyeron durante el Protectorado Español los templos para soñar delante de la gran pantalla. Acogieron a una generación que soñaba con las películas.

Durante sus primeros años, Víctor acude a estos lugares para disfrutar de la esencia de las películas que nacían de un proyector y se convertían en vida sobre una sábana. Los fotogramas pertenecen a películas en su mayoría francesas, pues prácticamente las producciones españolas dejaron de llegar a las salas de Tetuán con el final del Protectorado.

En su época, ambos edificios revelaban todavía un pasado de belleza y esplendor; sin embargo, en la actualidad, se encuentran al borde de la desaparición. Pero las historias que allí tuvieron lugar, tanto dentro como fuera de la pantalla, sobrevivirán entre los resquicios de las ruinas… 

 

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Hombres de cuello alto, de mirada sombreada por las astas de un sombrero, de cigarrillos humeando volutas de humo, de gabardinas pulcras que rozan la superficie de los zapatos y de maletines anclados a las manos. Sobres de mano en mano, que encierran el contenido de complejas y peligrosas relaciones internacionales.

Los ingredientes de una película de espionaje se mezclan en la vida de Víctor Lobato, en un momento en que el bullicio de los mercados es sustituido por el ruido de la pólvora. En este capítulo, sacado de las mejores películas de espionaje, pero real como la vida misma, nuestro protagonista se adentra en una trama de secretos y conspiraciones de la mano de un misterioso personaje, que sin saberlo le coloca como protagonista involuntario de un episodio que recuerda a los guiones de alguna de aquellas viejas películas de espías que seguro tuvo la oportunidad de ver en su juventud en el Cine Avenida o en el Teatro español.

A continuación, por tanto, una película de espías con el sabor de los clásicos. ¡Cámaras, luces, acción …!